En este indiscriminado ataque que infringió el DIH y violó los derechos humanos, los soldados fueron atacados con ráfagas de fusil, cilindros bomba y otros artefactos explosivos improvisados. Miryam del Socorro Terán Galindres, madre del cabo tercero Luis Ricardo Aguirre Terán, cuenta cómo han sido estos 10 años después de la muerte de su hijo.
El Ejército Nacional no olvida a sus militares que han perdido la vida o sufrieron secuelas en el marco de la confrontación armada ni a sus familias, es por ello que hoy, por medio del Departamento Jurídico Integral, la Octava División y su Grupo de Memoria Histórica, rinde un sentido homenaje a nuestros valerosos hombres que perdieron la vida vilmente en la vereda Flor Amarillo, en Tame, Arauca, el sábado 24 de agosto de 2013.
El ataque, en el que perdieron la vida 2 suboficiales y 12 soldados, adscritos al Batallón de Ingenieros N.° 18 General Rafael Navas Pardo, fue planeado y ejecutado por más de 100 guerrilleros pertenecientes a las extintas Farc y al grupo armado organizado ELN en la vía que comunica a dicha vereda con Tame.
Los militares asesinados fueron el sargento segundo Walter Orlando Quiñones Becerra y el cabo tercero Luis Ricardo Aguirre Terán y los soldados Jeisson Albeiro García Bonilla, Arley Mardonio Garzón Rojas, Fernando Bueno Núñez, Héctor David Coronel Antolinez, José Antonio Galeano Garavito, Erley Díaz Ardila, Cristian Isaac Suárez Reyes, Luis Enrique Gutiérrez Ortiz, Jonathan Argenis Criollo Casas, Brajhan Felipe Espitia Vilaro, José Luis Duarte Jiménez y David Sebastián Galvis Forero, algunos de ellos fueron rematados cuando se encontraban en estado de indefensión, ya heridos.
«El 23 fue la última llamada que yo tuve con él, me dijo: «Mamá écheme la bendición». Le pregunté: ¿Cómo está, mijo? Él me contestó: «bien, mamá». Ese día me dijo que vendría en septiembre. El sábado a las 8 de la noche lo llamé y ya no me contestó. Me llamó un sargento a darnos la noticia. Mi hijo era intachable. Nunca nos olvidaremos de él», recuerda Miryam del Socorro Terán Galindres.
La dolida madre con nostalgia también manifestó que desde los 7 años de edad demostró su amor al Ejército Nacional, que su vida era un mundo cargado de sueños y que su anhelo era ayudarles a sus padres y hermanos.
«Él era el ser más querido. Desde los 7 años le gustó el Ejército. Prestó el servicio militar y cuando terminó me dijo que se iba de suboficial, no teníamos dinero y no estaba de acuerdo, pero hicimos un préstamo para pagarle el curso. Cuando se graduó siempre decía que nos quería. Antes de morir me dijo: «Vaya buscando un lote o una casa para comprar, es lo primero que voy hacer». Lo extrañamos tanto, lo más grande que me ha quitado mi Dios es mi hijo», narró entre lágrimas.
Con el objetivo de recordar, exaltar y dignificar la memoria de nuestros militares que perdieron la vida en este reprochable acto, la institución realizó hoy una solemne misa y una ofrenda floral en homenaje a su memoria.