Debido a la crisis económica y social que atraviesa Venezuela, la frontera entre Apure (Venezuela) y Arauca (Colombia) se ha convertido en el tercer paso fronterizo más importante entre los dos países. Esta situación ha incrementado el fenómeno de las migrantes pendulares, aquellas que transitan de manera constante entre uno y otro lado de la frontera.
Cifras del DANE muestran que para 2021 el 49 % de los 2,5 millones de migrantes venezolanos en Colombia eran mujeres, quienes, entre otros problemas, afrontan inseguridad alimentaria (91 %), suelen ser madres cabeza de hogar y cruzan la frontera buscando la manera de suplir las necesidades básicas de sus familias.
Según Migración Colombia, el departamento de Arauca ha sido uno de 11 que ha acogido el mayor número de inmigrantes venezolanos; en la actualidad residen más de 34.000 personas (22.113 solo en el municipio de Arauca, la capital) que han llegado a la zona huyendo de la crisis social y económica que vive ese país desde hace más de seis años.
Vanessa Ortiz Piedrahita, doctora en Ciencias Sociales y profesora de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Orinoquia, menciona que “la diversidad de la población migrante en los últimos años ha centrado la visión en un fenómeno conocido como ‘feminización de la migración’, es decir mujeres que migran y son objeto de diferentes violencias”.
Arauca ha sido un paso fronterizo importante para la comunicación y la economía de Venezuela y Colombia. De hecho, a comienzos de la década de 1980 sus pobladores mantenían una comunicación directa con el vecino país, generando que sus prácticas variaran en el intercambio comercial.
“Está situación provocó un fenómeno que durante la crisis venezolana se acrecentó: los migrantes pendulares, aquellos que transitan constantemente entre los dos lados de la frontera”, señala la doctora Ortiz.
Perfil de la migrante pendular
Para identificar los aspectos que caracterizan a las migrantes pendulares entre Apure y Arauca, la profesora Ortiz entrevistó a 24 mujeres venezolanas; también adelantó grupos focales y elaboró una cartografía social para entender el flujo migratorio de las mujeres y los lugares en donde viven. Su propósito era comprender cómo se construyen las prácticas, las trayectorias laborales y las relacionales de esta población.
Así, identificó que las mujeres migran buscando mejorar sus condiciones económicas, pero su situación de migrante irregular amplía su vulnerabilidad. De esta forma caracterizan los dos tipos de migrantes que se establecen en Arauca: flotantes y pendulares.
La doctora Ortiz cuenta que tanto las migrantes flotantes como las pendulares no cuentan con documentos; no obstante, estas últimas son quienes residen por un tiempo más prolongado en Arauca mientras se regularizan o deciden que camino tomar.
“Las migrantes que lo hacen en condición de irregularidad son más propensas a sufrir vulneraciones físicas y emocionales debido a su condición de sexo-género”, señala.
Determinó además que las migrantes pendulares tienen condiciones socioeconómicas limitadas, una edad promedio de 27 años, 2 a 3 hijos, y realizan trabajos informales, factores que hacen más profunda la brecha de desigualdad.
Así mismo, las mujeres entrevistadas, que particularmente son migrantes flotantes, habitan en un sector conocido como ‘barrios de ocupación’, una serie de asentamientos sin servicios básicos y que son habitados tanto por colombianos que residían en Venezuela como por migrantes venezolanos. En especial, viven en el barrio Las Cabañas y el asentamiento humano Villa Estrella.
“Una particularidad de esta zona es que las mujeres crean redes familiares y de amigos en las que logran comunicarse para establecer relaciones”, expresa la docente.
Agrega que “buscan ganar algo de dinero y convertirse en proveedoras para sus familias, pero no alcanzan a completar el salario mínimo mensual vigente colombiano, lo cual impide que su calidad de vida mejore.
Otro factor identificado que dificulta la vida de estas mujeres es que al ser madres tienen el papel de proveedoras y cuidadoras, lo que les dificulta conseguir trabajo; “muchas no pueden acceder a una educación para sus hijos y deben encargarse de su cuidado en casa”.
“No me he propuesto a buscar trabajo porque no tengo con quién dejar a las niñas; quisiera trabajar, pero por las niñas se me hace muy complicado”, así lo expresa una de las mujeres entrevistadas por la docente. Tal situación se acrecienta ante la situación de desempleo en Arauca, que según el DANE creció 5,2 puntos porcentuales en 2022.
La profesora Ortiz señala que, aunque el 21 % de las mujeres entrevistadas tenían trabajos, estos eran informales y discontinuos, por lo que la precarización se profundiza. Entre los trabajos que realizan se encuentran la venta de tintos y de comidas preparadas, y el aseo en casas, entre otros.
“Estos trabajos solían ser los mismos que ejercían en Venezuela, con la diferencia de que allí tenían subsidios estatales”.
Los resultados de este trabajo se presentaron en una ponencia en el XXXII Congreso Latinoamericano de Sociología realizado en México, y en este la investigadora recomienda “implementar políticas públicas que no se basen en el asistencialismo y que tengan en cuenta la perspectiva de género porque los fenómenos migratorios no son neutros”.