Hasta dónde es justificable que en pro de la famosa “inclusión social” y de la “defensa de género”, ¿se afecte nuestro idioma y el uso correcto del mismo?
Es inverosímil que en nuestro país, con tantas situaciones realmente importantes y que requieren de la intervención estatal, se preocupen y promuevan desde los estrados judiciales, acciones en contra de supuestas exclusiones sociales y discriminaciones de género, obligando a que administraciones públicas deban cambiar sus lemas, tal como sucedió hace pocos días con la de Peñalosa, quien debe cambiar su slogan a “Bogotá mejor para todos y todas”. Parece ser que en la ciudad capital no hay problemas de mayor trascendentalidad, que calificar de excluyente con las mujeres a la administración distrital, porque su lema no decía “todas”, y peor aún, la millonada que se deberá gastar de ser ratificado dicho fallo, para el cambio de toda la publicidad (vallas, chaquetas, camisetas, papelería, etc.).
Según el Juez que falló a favor de tal despropósito, aduce que: “el lema de ‘Bogotá mejor para todos’, emplea un genérico masculino que sutilmente discrimina a las mujeres, quienes no se sienten identificadas con él y requieren que ese asunto no sea tratado como una cuestión meramente discursiva o de cliché, sino que busque transformaciones profundas desde la cultura que apunten a una profunda reivindicación del derecho de la igualdad efectiva y material”.
Ahora bien, si las cosas son así entonces ¿tendremos que hacer una reestructuración general a toda nuestra Carta Magna? Pues para citar un ejemplo, en los artículos que hablan sobre elecciones de congresistas, se dice entre los requisitos que: se requiere ser CIUDADANO en ejercicio…, no habla de CIUDADANA, ¿será entonces que todas esas mujeres que fungen el ejercicio político, no deberían estar allí?
Retomando las palabras del escritor y columnista Héctor Abad Faciolince, éste afirma que “el género gramatical no tiene nada que ver con el sexo y por esa razón la discriminación alegada no existe”.
El género es una propiedad lingüística en un idioma, y no hay una necesidad lógica en su relación al sexo biológico. Aunque en ciertas lenguas (por ejemplo, las indoeuropeas) uno o varios de los géneros se usen mayoritariamente para uno de los sexos biológicos, seguramente en ninguna lengua del mundo para seres sexuados hay relación necesaria entre sexo biológico y el género de la palabra para designar al ser animado. La mayoría de lenguas del mundo carecen de género gramatical.
El género es una categoría que puede aparecer en el pronombre, el nombre y el verbo. El género masculino es la forma no marcada o inclusiva: la frase «los alumnos de esta clase» haría referencia a alumnos de sexo masculino y femenino; el género gramatical femenino es la forma marcada y por tanto resulta exclusiva o excluyente: la frase «las alumnas de esta clase» no haría referencia también a los de sexo masculino, sino solamente a las de sexo femenino.
Siendo así, quienes realmente estarían discriminando serían las mujeres, pues su plural solo las denota a ellas, mientras que el plural masculino denota de por sí inclusión, sin distingo de sexo. Como van las cosas, llegaremos al punto de tener que aclarar, para efectos de que los hombres tampoco se sientan discriminados, que quienes ejercen el periodismo son “periodistos”; la poesía, “poeto”; quien maneja un taxi, “taxisto”; el hombre que viaja “turisto”… en fin, nos tocará readaptar un sin número de vocablos, para poder tener contentos a aquellas personas y “personos” que más bien sufren de algún problema de inferioridad y buscan de cualquier forma subir su autoestima.