En un pasaje bíblico, Cristo les dice a sus apóstoles que son la sal de la tierra, y que si se corrompen, se corromperá el mundo. Así mismo nos sucedió con la mayoría de jóvenes que llegaron a la política Araucana, se corrompieron y dieron muy mal ejemplo a la sociedad.
Pensando en la renovación de la clase política de nuestra región,un grupo de jóvenes se lanzaron a esa nueva aventura. Les creímos y los apoyamos, pensando que darían la pelea por los menos favorecidos, por cambiar las costumbres políticas, pero fue todo lo contrario, se afino la “mañosería”, el abuso y el descaro. Sin sonrojarse, estos “pollos” o más bien “pillos”, se pasean en sus costosos vehículos, cuando nunca habían tenido un empleo y en algunos casos, vivían bajo la tutela de sus padres.
Entre ellos y su cerrado grupo de amigos, programan costosos viajes y se puede apreciar el derroche y la “vida loca” que llevan, a través de sus publicaciones en las redes sociales, al mejor estilo de “los Ambuila”, que se hicieron famosos por su Lamborghini y otros excesos.
La sociedad confió en ellos porque creyó en sus hojas de vida “limpias”. Profesionales especializados en las mejores universidades, jóvenes de buen vestir y buenas costumbres, pero no todo lo que brilla es oro. Con esa misma capacidad asimilaron y superaron lo hecho hasta ahora por la clase política tradicional, clientelar y corrupta de Arauca.
Este tipo de “príncipes perfumados”, ocupan cargos importantes y de responsabilidad en el ámbito local; se desempeñan en puestos que van desde secretarios privados, directivos de entes descentralizados y hasta llegaron a las corporaciones públicas, con una fachada de impolutos, perfilándose como la renovación política que se estaba esperando.
Estos “muchachones” dejaron una muy mala imagen en su generación y en la población. Arauca necesita de verdaderos líderes; de una renovación política que piense en el interés colectivo, en el bienestar de la sociedad, y no en solucionar sus problemas personales ,económicos, con los recursos de un pueblo que aguanta hambre, que lucha por sobrevivir y mantener a sus familias.
Bienvenida la renovación, pero ante todo, necesitamos de gente honesta y trabajadora. No permitamos que «la sal se vuelva sosa», que se siga corrompiendo, porque entonces nunca saldremos de ese círculo vicioso de corrupción, que Arauca necesita romper con urgencia.