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Asesinato de líder gremial en Tame expone la desprotección estatal frente a la violencia sistemática en Arauca

La reciente muerte de Jaime Enrique Benítez, reconocido líder social de Tame, Arauca, el pasado 6 de abril, ha vuelto a encender las alarmas sobre el abandono institucional y la creciente vulnerabilidad de los defensores de derechos humanos en esta región del país. Aunque la Oficina de la ONU para los Derechos Humanos en Colombia ha condenado el hecho y exigido justicia, lo cierto es que el asesinato de líderes sociales continúa siendo una constante sin respuesta efectiva del Estado.

Benítez, quien presidía el Consejo Intergremial y había liderado el Consejo Municipal de Paz, Reconciliación y Convivencia, se convirtió en la segunda víctima mortal entre los líderes sociales en Arauca en lo corrido de 2025, una cifra que evidencia que el riesgo para quienes promueven la paz y la organización social no solo persiste, sino que se profundiza. En 2024, fueron asesinados 16 líderes en este mismo departamento.

Pese a los reiterados llamados internacionales y el compromiso simbólico del Gobierno con la protección de liderazgos comunitarios, los hechos demuestran una fractura estructural en las garantías de seguridad para quienes trabajan por los derechos humanos. La presencia de grupos armados ilegales, el control territorial no estatal y la falta de acción preventiva han convertido a Arauca en un escenario donde ser líder social equivale, muchas veces, a recibir una condena de muerte.

La ONU, a través de su cuenta oficial en la red X, urgió nuevamente al Estado colombiano a esclarecer los hechos, sancionar a los responsables y reforzar los mecanismos de protección, especialmente en territorios donde la actividad política y social se ejerce en medio del miedo. Sin embargo, la percepción en los territorios es otra: la impunidad reina y los asesinatos no se detienen.

La comunidad local exigen no solo investigaciones diligentes, sino acciones concretas que detengan la estigmatización, el hostigamiento y los homicidios sistemáticos de líderes. Mientras tanto, el legado de Jaime Enrique Benítez queda como testimonio de una lucha por la paz que en Colombia, tristemente, aún se paga con la vida.

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