EDITORIAL
La muerte de Luis Humberto Cáceres Rodríguez, canoero del rio Arauca, quien laboraba en el paso entre la capital araucana y el Amparo (Venezuela), representa la tragedia que a diario viven cientos de ciudadanos a lado y lado de la frontera al intentar transportar pequeñas cantidades de mercancías o movilizarse en sus vehículos.
Por decirlo menos, es infame que le disparen a un ciudadano por transportar seis bultos de cemento, cuyo costo es de ciento veinte mil pesos a este lado del rio. Los pueblos de frontera culturalmente viven del comercio, del transporte de mercancías y personas, estamos ligados por lazos de familia e idiosincrasia. Esta situación privilegiada que hace un par de décadas nos trajo una bonanza comercial, hoy nos tiene en jaque por la devaluación del bolívar. Es propio de la economía comprar donde se encuentren los productos a mas bajo costo. Prácticamente es imposible, luchar con contra esta fuerzas del mercado y contra la prácticas comerciales-culturales de zonas como la araucana.
Sin embargo, algunas autoridades se empeñan en lo ilógico y olvidan lo obvio. Es incomprensible y caprichosa la aplicación de las normas fronterizas que impiden la libre movilización de vehículos con placa venezolana en los municipios de frontera, tal como ocurre en Norte de Santander. Mientras en Cúcuta fijan estrategias para atraer ciudadanos venezolanos, en nuestro municipio nos empeñamos en hacerles la vida imposible y poner un sin número de trabas para ahuyentar a los pocos compradores o visitantes que se atrevan a pisar territorio patrio.
Las autoridades fronterizas, deberían centrar sus esfuerzos en el creciente tráfico de gasolina, drogas ilícitas e insumos para la fabricación de las mismas y cerrar filas contra la presencia de delincuentes que aprovechan la situación de frontera para evadir las autoridades del país que los requiere.
El caso del joven Luis Humberto Cáceres, es producto del constante abuso de autoridad de quienes tienen que aplicar la ley, que bien lo hacen a su antojo o de manera errada a lado y lado de la frontera. Hasta el momento desconocemos un pronunciamiento oficial de los hechos por parte de las autoridades del vecino país, y como era de esperarse de nuestra cancillería, reacciono tardíamente ante estos graves hechos. Los araucanos seguimos esperado por parte del gobierno nacional un mayor compromiso con las fronteras, medidas urgentes para salvaguardar nuestra economía y la vida de los connacionales, para que estos hechos no se vuelvan a repetir. Es hora de dejar de lado el centralismo y exigir que nos tengan en cuenta como zona de frontera en el momento de establecer las políticas exteriores entre Colombia y Venezuela. Esperamos que estos hechos, permitan replantear la visión de la dinámica fronteriza del gobierno nacional.
